la roca le sintio pasar. sintio su roce fresco y enérgico como cada día a la misma hora. ella esperaba ansiosa el encuentro, el toque de su amado río. él era nervioso, travieso en su descenso. su ritmo frenético salpicaba de vida las orillas de su cauce, transportando miles de fragmentos orgánicos en su recorrido. imprecedible siempre, ahora viraba en un meandro, ahora se entretenía con un remolino de pirueta imposible.
ella era roca, inmovil, tranquila. le gustaba su morada, su tierra fresca donde asentaba todo su peso redondo. disfrutaba conociendo el paisaje y observando sus transformaciones con el paso de los tiempos. saboreaba el color de aquellas tierras verde esmeralda, plagadas de seres fabulosos. colibrís para las mañanas, luciérnagas para las noches, grillos en el verano y rocio helado en el invierno. todos aquellos elementos la colmaban de paz… pero a pesar de esta felicidad, había algo que ansiaba cada día, algo que la llenaba de inquietud hasta que ocurría. el beso de su amado río que a la misma hora de cada jornada pasaba, ahora raudo en invierno, ahora más coqueto en verano y le dejaba un beso fresco en su superficie dorada. a veces el beso sabía a nieve de la montaña, otras a musgo húmedo. en ocasiones incluso podía evocar el aleteo de una mariposa recogiendo una minúscula gota de sus aguas en sus alas de lienzo y trocando parte de su botin de polen regalado a este maestro del movimiento. ella esperaba, siempre esperaba. el beso de este lecho de agua le recordaba que estaba viva, le hacía sentir con alas, le daba un ansia renovada de mutar su cualidad estática.
pero él pasaba, pasaba fugaz …y nunca se quedaba…
y esa corriente de beso perdido la desgastaba cada día un poquito más, haciéndola cada vez más chiquita.
entonces ella empezó a soñar: y si pudiese moverme? y si pudiese fluir a su lado, acompañarle en su camino para ser los dos uno?
cada día soñaba más a menudo, con los rayos cálidos del sol de mediodía extendía su letargo imaginando su viaje de novios. en las noches de luna blanca tejía sueños de amor eterno y en las mañanas frescas, justo antes de su llegada, la de él, se acicalaba, se vestía con sus galas de granito brillante y hasta imaginaga oir campanadas de boda en la iglesia del pueblo, allá más abajo.
y entonces él pasaba de nuevo, pasaba fugaz…y ella siempre se quedaba…
Raquel Galavís
hasta que un día sucedió. de tanto ser soñado el sueño reclamó su realidad y una de esas mañanas de cita imposible, ella cerro los ojos y se abrazó a él, dejándose llevar, dejándose arrastrar por su sueño o por el de él, quien sabe, que en este punto ya era el de ambos…
durante una época viajaron juntos en un camino hermoso de amor, ella antes roca, ahora canto rodado y él fluido constante, aunque con el paso de los años cada vez algo menos caudaloso. vieron mundo en su recorrido, vieron el paso de la historia y el progreso de la vida en todas sus múltiples facetas pero llego un día, en que ella empezó a sentirse cansada. cada vez era más pequeña y los embistes de su amado cada día la dejaban más exhausta. además empezó a sentir que algo nuevo la esperaba. apresó un anhelo superior, una llamada interna, de su naturaleza, de su esencia. empezó a soñar de nuevo, pero ahora ya no soñaba con seguir el camino de su amante, si no con buscar el suyo propio. su razón de ser, su alma verdadera.
así que una mañana, cuando él le propuso saltar juntos los rápidos y acercarse a la desembocadura para coquetar con el mar, ella dijo: si! vamos!
y al llegar los dos juntos en su beso de agua dulce, ella, ya chinita erosianada se soltó del abrazo de él y se dejó engullir por la corriente del inmenso salado. se sintio de nuevo ella, completa, madre y padre de si misma al mismo tiempo. se dejó mimar por el agua nueva de colores marinos y descendió lentamente, en una caida de metros y metros de recuerdos. su vida paso en fugaz imagen llenándola de memorias felices y vibró con sencillez su cometido en todo aquel recorrido.
por fin se despositó despacio en el lecho marino. respiró tranquila y se preparó para un nuevo comienzo, mientras su último grano de arena se fundía uniéndose para siempre con otros tantos hermanos de aquel fondo embarrado. entonces exhaló en paz y su último recuerdo, o quizás el primero de su nueva existencia, fue el de su abrazo con la cabeza apoyada en el pecho de él, ambos respirando el éxtasis del amor consumado, en aquel instante insignificante en la infinitud del tiempo.
a river could be loved-brigthblack morning light
Una mujer dormida…
Una mujer dormida y en la penumbra
tiene un resplandor que deslumbra.
su rostro contiene el anonimato de la exquisitez
sus ojos paladean ese pensamiento de éxtasis
y su respiración le otorga un halo poético
que da vida al conjunto
Una mujer dormida es un enigma en sí misma
un paisaje exótico para la vista
un vergel para el olfato
una tentación para las manos
y una vocación para los labios
una mujer dormida (o medio dormida)
entrelaza sus sueños
con mis dedos cuando en profundo delirio
nos acariciamos la noche
que no se rompa,
que no se rompa este sueño
que nos embarga
sobre un colchón de pétalos
tejido por arañas y mariposas
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