este texto lo escribí hace tiempo. me ha acompañado durante años, ha vertebrado un proyecto audivisual para la Xarxa TV, ha sido regalado, guardado… pero siempre vuelve a mi…
“De pequeña me gustaba el chocolate blanco cuando el resto de mis amigos se morían por el negro; guardaba en los bolsillos de mi abrigo piedras, papeles, palitos… y todo tipo de cosas inútiles que encontraba, tan sólo porque me encariñaba con ellas, las había encontrado en un lugar especial o me recordaban a algo o alguien. También coleccionaba bolsas de papel, que exhibía abiertas encima de las estanterías del armario de mi habitación, provocando la sorpresa de los que entraban en ella, que no entendían la sensación que desde siempre me ha producido el cartón, el papel, la cartulina…esa sensación de abrigo, de calidez, de protección, de melancolía, de antigua papelería llena de pequeños tesoros que descubrir muy, muy despacio, perdiendo todo el tiempo del mundo en observar cada utensilio, cada lápiz, cada libreta, agenda, goma de borrar, papel de regalo, sobres, ceras de colores, rotuladores carioca… esa sensación que empieza con un olor añejo, luego pasa por un color ocreanaranjadoradoverdoso y termina en una temperatura cálida. Una sensación que me teletransporta inmediatamente al lugar donde ese material empezó su historia: el bosque de frondosos árboles, que sin sospechar su fatídico papel en el mundo, tan solo se afanan en dar cobijo a los pájaros, servir de columpio a las ardillas, abrigar con sus ramas a las lechuzas y de vez en cuando, prestar su tronco a la espalda cansada de algún solitario caminante. El bosque de las hadas de la noche y los elfos de la mañana, el bosque del arroyo travieso que salpica su energía contagiando a las rocas de la orilla, mientras estas muestran sonrojadas su lado más oscuro en ese juego de coqueteo eterno. El bosque de nuestros ancestros en el que cazaban, se escondían, amaban, jugaban y lloraban…El bosque testigo de tantas historias humanas, secretos animales y existencias naturales…El bosque, testigo entonces y más tarde, convertido ya en papel, el bosque como vehículo conductor de nuevas leyendas escritas por esa memoria colectiva que nos une a todos y nos hace bastante parecidos los unos a los otros , aunque creamos que el chocolate blanco no le gusta a casi nadie….Quizás porque coleccionaba bolsas de cartón, nunca entendí que en el cuento de los tres cerditos, la casa de ladrillo fuese la mejor y en cambio, la primera, la de papel, fuese la mas débil…en mi imaginación, ésta era sin duda la más bonita, aquella en la que yo quería vivir con mi príncipe encantado tal y como cantaba un famoso artista de la época. Además, con el paso de los años he aprendido a desconfiar de los materiales resistentes y a sorprenderme con la fortaleza de los aparentemente delicados. Y así el agua del río acaba erosionando a su amada roca de tanto hacerle el amor.
Ahora me doy cuenta de que todo es relativo y sin duda el papel, como heredero directo de nuestro padre-bosque, guarda la fuerza indestructible de saberse confidente de miles de secretos, guarda la fuerza de la vida, la fuerza de las historias…
Raquel Galavís
Bonito; muy bonito. Pero mucho mejor el chocolate negro…. y con churros, envueltos, si quieres, en ese papel que tanto te gusta. para empezar el día. O mejor acabarlo, quedando para siempre en tu recuerdo, así, indestructible.